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miércoles, 16 de marzo de 2016

Mi autobiografía lectora


Pérez Biedma, Sandra
Creo recordar que el primer contacto que tuve con la literatura fue a través de los cuentos que se inventaba mi padre; antes de dormir nos contaba a mis hermanas y a mí algunas historias que titulamos El Osito Fernando, La Ardilla Voladora o El Pato Lucas. Nos encantaban esos cuentos y le pedíamos que nos los contara en muchísimas ocasiones.
Al tener hermanas mayores he estado influenciada por ellas, incluso aprendí de memoria algunos libros de Teo porque me obligaban a jugar a los profesores y, como soy la pequeña, me tocaba ser la alumna; pero realmente comencé a interesarme por la lectura con un libro que me regaló mi maestra, Queco El Rebeco.
Durante mi etapa en la ESO descubrí el placer de la poesía tras leer y trabajar en clase Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique; fue un punto de inflexión. A lo largo de mi estancia en el instituto tuve la suerte de tener muy buenos profesores que me orientaban al escoger mis lecturas, recuerdo que me aconsejaron El señor de las moscas o Siddhartha. Además, las lecturas «obligatorias» también supusieron un aliciente para continuar leyendo; como he dicho antes, tuve muy buenos profesores que supieron despertarme el interés por la lectura y a los que estoy agradecida.
En el bachillerato me interesé por el existencialismo y este interés continúa en la actualidad. Algunas de las lecturas que más me marcaron durante el Grado fueron: El túnel, La familia de Pascual Duarte, Nada o Cien años de soledad. Disfruté mucho con la sátira de Quevedo, pero también hay otras obras como: La sombra del viento, Plenilunio o Demian, que han contribuido a nutrir mi formación y mi vida. 

martes, 15 de marzo de 2016

Mi autobiografía lectora y audiovisual

Todo comenzó debido a que a mi madre siempre le gustó leerme por las noches. Le encantaba ver cómo me quedaba embobada a su lado mientras me leía antes de ir a dormir. 

       Algunos de los libros que recuerdo de aquella época, y recuerdo con nostalgia, fueron: El principito, un libro llamado Mil años de cuentos del mar de la editorial Edelvives, que mi madre me releyó tantas veces, tal vez debido a su amor por el mar, así como Cuentos de Andersen, todos ellos son libros que guardo con cariño y que provocaron que me guste tanto leer.


Con tan solo 4 años, mi película favorita, como decía yo, era “de personas”, pues desgasté el VHS de La princesa prometida, de la que me sabía el guión, y de hecho, todavía recuerdo tanto citas sueltas como su poderosa y envolvente melodía. Tal vez sea la película que más marcó mi infancia, y la que provocó que me gusten las obras de aventuras y fantásticas. Casualmente, es hace poco cuando he añadido esta obra a mi lista de libros pendientes.



Cuando no estaba viendo esta anterior, también me gustaba ver películas de Disney, aunque entre las películas que destacaría como favoritas se encuentran El mago de Oz, y la colección de Sissi emperatriz, protagonizada por Romy Schneider (con la que estuve obsesionada una larga temporada).






Es cierto que estas películas no eran de las favoritas entre los de mi generación (año 93), pero yo era feliz viéndolas repetidamente.


De las obras de lectura obligatoria de la ESO que me marcaron, quiero destacar la obra Momo, que ya conocía porque mi madre me la había leído con anterioridad, pero la releí y quedé asombrada como si hubiese sido la primera vez. Otras de las obras que hicieron chispa en aquella adolescente fueron Cuatro corazones con freno y marcha atrás, La familia de Pascual Duarte e Historia de una escalera, que leí en segundo de ESO, y de lo que estaré eternamente agradecida a mi profesora de Lengua. 

Posteriormente, de forma voluntaria, retomé la lectura con temática mitológica y es lo que provocó que me decantara por las letras, pues la lectura de algunos pasajes de Metamorfosis de Ovidio y Medea, ayudaron a cimentar mi gusto por la mitología y el mundo greco-latino, provocando que, al entrar a la carrera, escogiera la mención en Clásicas.


lunes, 14 de marzo de 2016

Mi autobiografía lectora

Por encima de todo, no considero que la literatura sea distinta a la vida, es decir, no pienso que la literatura sirva para propósitos que no tengan que ver con nuestras vidas ni que con la literatura se hagan cosas que no hagamos todos cada día en nuestras relaciones sociales (expresar sentimientos, contar historias, representar un papel, etc.). Por tanto, no veo por qué no pueden ser los relatos de mi abuelo Paco (sobre la Guerra Civil en un pequeño pueblo de la Murcia profunda) el origen de mi formación como lector.
Desde muy pronto me interesó la narración de historias y fui un visitante habitual de la biblioteca de mi colegio. Recuerdo con mucho cariño las dos horas de la asignatura de lectura que dábamos por las tardes y el viejo libro lleno de cuentos y actividades. El que más me impresionó, sin duda, fue “El traje nuevo del Emperador”, de Andersen; el Emperador fue el primer personaje por el que sentí empatía. En casa leía una edición adaptada e ilustrada de la Biblia, cuyas historias me impresionaban y me daban lecciones de vida. Luego mi hermano se aficionó a la poesía infantil de Gloria Fuertes y yo me dejé llevar por su ejemplo.

Cuando llegué al instituto seguí leyendo, a veces mal aconsejado, libros de literatura juvenil. Hoy en día pienso que me ayudaron a mantener el hábito lector, pero no me aportaron mucho más. Al llegar a bachillerato me encontré con un profesor que proponía lecturas interesantes: Firmin, El hereje A la sombra del granado. En ese momento había perdido la motivación por estudiar y las leí en el último trimestre para subir nota y salvar el curso, pero me engancharon totalmente; por eso en segundo leí desde el principio las lecturas voluntarias: La voz dormida, Lolita Cien años de soledad. Los libros obligatorios de la asignatura de literatura universal me resultaron todavía más estimulantes, sobre todo al llegar a La Metamorfosis, que leía en las clases de historia, desde la última fila, adonde había llegado por una tendencia descontrolada a distraer a mis compañeros. Así disfruté de ese placer prohibido.