Pérez Biedma, Sandra
Creo
recordar que el primer contacto que tuve con la literatura fue a través de los
cuentos que se inventaba mi padre; antes de dormir nos contaba a mis hermanas y
a mí algunas historias que titulamos El Osito
Fernando, La Ardilla Voladora o El Pato Lucas. Nos encantaban esos
cuentos y le pedíamos que nos los contara en muchísimas ocasiones.
Al tener
hermanas mayores he estado influenciada por ellas, incluso aprendí de memoria
algunos libros de Teo porque me obligaban a jugar a los profesores y, como soy
la pequeña, me tocaba ser la alumna; pero realmente comencé a interesarme por
la lectura con un libro que me regaló mi maestra, Queco El Rebeco.
Durante
mi etapa en la ESO descubrí el placer de la poesía tras leer y trabajar en
clase Coplas por la muerte de su padre, de
Jorge Manrique; fue un punto de inflexión. A lo largo de mi estancia en el
instituto tuve la suerte de tener muy buenos profesores que me orientaban al
escoger mis lecturas, recuerdo que me aconsejaron El señor de las moscas o Siddhartha.
Además, las lecturas «obligatorias» también supusieron un aliciente para
continuar leyendo; como he dicho antes, tuve muy buenos profesores que supieron
despertarme el interés por la lectura y a los que estoy agradecida.
En el bachillerato
me interesé por el existencialismo y este interés continúa en la actualidad.
Algunas de las lecturas que más me marcaron durante el Grado fueron: El túnel, La familia de Pascual Duarte, Nada o Cien años de soledad. Disfruté mucho con la sátira de Quevedo, pero
también hay otras obras como: La sombra
del viento, Plenilunio o Demian, que han contribuido a nutrir mi
formación y mi vida.
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