Todo
comenzó debido a que a mi madre siempre le gustó leerme por las noches. Le
encantaba ver cómo me quedaba embobada a su lado mientras me leía antes de ir a
dormir.
Algunos
de los libros que recuerdo de aquella época, y recuerdo con nostalgia, fueron: El principito, un libro llamado Mil años de cuentos del mar de la
editorial Edelvives, que mi madre me releyó tantas veces, tal vez debido a su amor por el mar, así como Cuentos de
Andersen, todos ellos son libros que guardo con cariño y que provocaron que me
guste tanto leer.
Con
tan solo 4 años, mi película favorita, como decía yo, era “de personas”, pues desgasté el VHS de La princesa prometida, de la que
me sabía el guión, y de hecho, todavía recuerdo tanto citas sueltas como su poderosa y envolvente melodía. Tal vez sea la
película que más marcó mi infancia, y la que provocó que me gusten las
obras de aventuras y fantásticas. Casualmente, es hace poco cuando he añadido
esta obra a mi lista de libros pendientes.
Cuando
no estaba viendo esta anterior, también me gustaba ver películas de Disney,
aunque entre las películas que destacaría como favoritas se encuentran El mago de Oz, y la colección de Sissi emperatriz, protagonizada por Romy Schneider (con la que estuve
obsesionada una larga temporada).
Es
cierto que estas películas no eran de las favoritas entre los de mi generación
(año 93), pero yo era feliz viéndolas repetidamente.
De
las obras de lectura obligatoria de la ESO que me marcaron, quiero destacar la obra Momo, que ya conocía porque mi madre me la había leído con
anterioridad, pero la releí y quedé asombrada como si hubiese sido la primera
vez. Otras de las obras que hicieron chispa en aquella adolescente fueron Cuatro corazones con freno y marcha atrás, La familia de Pascual Duarte e Historia
de una escalera, que leí en segundo de ESO, y de lo que estaré eternamente
agradecida a mi profesora de Lengua.
Posteriormente,
de forma voluntaria, retomé la lectura con temática mitológica y es lo que
provocó que me decantara por las letras, pues la lectura de algunos pasajes de Metamorfosis de Ovidio y Medea, ayudaron a cimentar mi gusto por
la mitología y el mundo greco-latino, provocando que, al entrar a la carrera,
escogiera la mención en Clásicas.
¡Inconcebible!
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