viernes, 20 de mayo de 2016

Práctica 8: La educación en 2030

            Os hablo desde un futuro que, siendo sincero, nunca vi tan lejano aquel día en que un simpático profesor de TIC nos invitó a reflexionar sobre la educación en 2030. En ese momento, recuerdo que pensé en un futuro no muy diferente a ese presente de 2016; un marco educativo semejante a aquel modelo prusiano con el que empezó todo allá por el siglo XVIII y que pretendía formar trabajadores útiles para el sistema más que crear personas que pensaran por sí mismas. Imaginé un mañana donde la mayoría de los docentes, acomodados en su plaza fija tras haber superado una criba llamada “oposición”, seguían intentando enseñar en lugar de ayudar a que los alumnos aprendieran de forma autónoma; un mañana donde los alumnos olvidaran los contenidos que nunca aprendieron por culpa de algo que no podían controlar; un mañana donde los índices españoles de abandono y fracaso escolar continuaran superando la media europea.

            Esa misma noche, tras darle más vueltas de las necesarias a la cabeza debido al pesimismo imperante en mis pensamientos, conseguí dormir para despertar en un sueño -ese lugar donde lo objetivo se deforma para hacer verdad aquello que parece improbable o, directamente, imposible-. De repente, aparecí en un aula donde cientos de ojos me miraban fijamente proyectando en sus pupilas entusiasmo e interés en mí. Iba a decir no sé bien qué cuando el timbre de aquel desconocido centro puso fin a la supuesta lección y me permitió mantener en secreto mi desconcierto. Sabía que ese instituto me resultaba familiar; de forma apresurada, salí del aula, recorrí el pasillo, bajé las escaleras y me detuve frente a las orlas de alumnos graduados años anteriores; ahí, en ese instante, logré vislumbrar en la esquinita de una de ellas a un joven sin barba que lucía una sonrisa algo forzada: era yo, y ese era mi antiguo instituto.

            En cuanto a su apariencia física, no aprecié una gran diferencia entre aquel edificio, donde aprobé algún que otro examen más que aprender ciertos conocimientos, y ese sitio donde me encontraba ahora más que alguna que otra capa de pintura y la subjetividad con la que Morfeo impregna su mundo. Sin embargo, a lo largo del día observé más disconformidades de las esperadas: en mi recorrido, vi a un profesorado joven e interesado en los estudiantes, lecciones que se salían del canon mediante el uso de una tecnología a nuestro alcance y actividades originales con las que el alumnado parecía disfrutar, una biblioteca llena de estanterías vacías de libros prestados. En definitiva, sentí cómo un aura de aprendizaje inundaba el centro de aquello que nunca se debió perder de vista: el conocimiento y la pasión que conlleva trabajar con ese material, a veces tan frágil y otras, tan resistente.

            A la mañana siguiente volví a sumergirme en aquello en lo que había reflexionado el día anterior aunque, esta vez, de un modo más optimista. Me dio por pensar que, quizás, esa educación presente en mi sueño no estaba tan lejos y, también, que estaba en mi mano y en la de las nuevas generaciones hacerla posible. Ahora os hablo desde ese futuro gris teñido de verde que en el pasado imaginé; para aquellos tecnófilos: lo siento, los coches siguen sin volar y los robots aún no son protagonistas (ni siquiera actores secundarios); sin embargo, dejadme que os diga que aquel cambio en educación exigido, tal vez, desde hace demasiado tiempo, es un hecho. Creedme si os digo que una educación diferente es posible y que podemos hacerla realidad desde el momento en que aceptemos que el camino no es el correcto y la metamorfosis educativa es necesaria.

          Desde este futuro, para mí tan presente, hago un llamamiento a las generaciones futuras y al cambio: asumamos nuestra responsabilidad y luchemos por una didáctica de calidad que configure personas capaces de observar el mundo en el que vivimos desde una perspectiva crítica y no zombis manipulables al servicio de aquellos que manejan los hilos. Es el momento, hoy aún estamos a tiempo, mañana quizás sea tarde, hagamos de esta quimera una realidad.

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